Un recorrido por 8 bodegas que nunca callan, llenas de música tradicional. Imprescindible comprar una jarra para probar el vino en las diferentes bodegas, muchas de ellas furanchos. Otros son simplemente vecinos que nos abren las puertas de sus casas y nos dejan catar el vino nuevo, vino en el que han estado trabajando todo el año. Nunca falta algo para comer, cada bodega tiene su tapa, porque todos sabemos que “ beber sin comer es estar ciego y no ver”, y tampoco faltan los juegos tradicionales para los niños.

Después de pasear por todas las bodegas, cuando apenas queda vino en la pipa, ni tapas en las cocinas, justo antes de que se ponga el sol, es hora de continuar la fiesta todos juntos en el campo de fiesta con conciertos.