Más de 500 años de historia tras unos muros, que esconden una finca de 40 hectáreas pensada para el disfrute y deleite de los sentidos.
Un jardín para hacerse oír con el fluir constante del agua que recorre sin descanso sus acequias, que brota de sus manantiales, que cae con fuerza de la cascada, que transmite calma en sus cinco estanques.
Un jardín para oler con cientos de plantas ornamentales que llenan de aromas el espacio, que han convertido al Palacio en uno de los espacios botánicos más impresionantes de Galicia.
Un jardín para tocar con cientos de texturas: las cortezas y hojas de los 14 árboles clasificados como únicos, la suavidad de los pétalos de las camelias, la piedra fría y áspera de sus muros.
Un jardín para ver e impresionar con sus más de 500 olivos en el Paseo dos Olivos, con sus robustas whasintonias que parecen llegar al cielo, con su Paseo da Noivas.
Por qué no, un jardín para saborearlo, para saciar la sed con el barroco en su fuente de la Coca , para robar una aceituna y soñar con los tiempos en los que en Palacio se elaboraba un aceite exquisito.