Durante los meses de invierno, los peregrinos evitaban la difícil subida a las cumbres nevadas del Cebreiro por el Camino de Invierno, que era la antigua entrada natural de Galicia a la meseta, vía que ya utilizaban los romanos.

Este camino se desvía del Camino Francés en Ponferrada hacia el Sur y se une a la Vía da Prata en el término municipal de Lalín.

Al entrar en Vedra, los romeros son recibidos por la Virgen de Gundián, un lugar perfecto para descansar a la sombra de las encinas y refrescarse en las aguas milagrosas de la ermita. El camino desciende hasta Ponte Ulla, villa de origen medieval, que aún conserva restos románicos en su iglesia. Quedan sólo 20 kilómetros hasta Santiago, pero antes de la meta una última parada para saciar nuestra sed en la Fonte do Santiaguiño, donde podremos apreciar unas esculturas de Mestre Mateo, un pequeño aperitivo de lo que nos espera en Compostela.

Lo bonito del Camino de Invierno es que en sus últimas etapas los peregrinos que vienen del Sur y del Norte se juntan y caminan juntos.